Como
muchas de nosotras, espero que la persona más importante de mi vida no vaya a
leer nunca lo que escribo en este blog.
Nuestras
vidas son una lucha, es cierto. Pero cada persona lucha contra cosas
diferentes: hay quienes luchan contra la enfermedad, contra el cáncer, contra
la pobreza en que nacieron, contra los padres o la pareja que los violenta,
contra las adversidades, contra la mala fortuna y el destino desgraciado. Yo lucho
contra muchas cosas también, lucho contra la ansiedad, contra el miedo al
abandono, contra mis ganas de afecto, contra mi dependencia, contra la
depresión, contra el peso, y en últimas, contra la comida. Es sólo que hay
luchas que no me avergüenzan. Por ejemplo, luchar contra la ansiedad, luchar
contra la tristeza, contra el peso y la comida. Es decir, ser depresiva, ansiosa
y bulímica no me da pena. Pero siento que hay algo que me carcome, me “pordebajea”
y me humilla en mi interior y, por supuesto, exteriormente también. Ese algo es
SER EMOCIONALMENTE DEPENDIENTE. Puede parecer algo manejable, pero no se
conocen los alcances hasta que tú mismo no lo vives.
Yo
pienso que se trata de ser o de verse tan vacío por dentro que uno no puede
tolerar la idea, la posibilidad o la realidad de estar solo con uno mismo. A mí
me pasa así, incluso, es como si dentro de mi cerebro hubiera una persona que
me estuviera diciendo todo el tiempo: “busca, búscalos porque o si no nos vamos
a quedar solas tú y yo y qué horrible!” Creo que para mí una conversación
conmigo es tan horrenda que prefiero cualquier cosa que estar sola. Con el
tiempo lo ha mejorado un poco, pues de verdad que no voy a estar con cualquier
persona que no me guste, sólo por no estar sola; el problema es que con mis
amigos y personas que me gustan, me agradan tanto y me siento tan feliz con
ellos que las despedidas son terroríficas. Me duele mucho saber que voy a pasar
de estar riendo con ellos en la universidad a estar en soledad. Es muy doloroso
para mí.
Ejemplos
concretos: esta semana tenía cantidades de tarea, pero tenía tiempo para
hacerlas. Tenía desde las 12 del medio día para ir a casa y leer y leer y leer
para los exámenes, exposiciones y trabajos. Parecían situaciones controlables;
sin embargo, en mi cerebro era todo así: “vas a llegar a casa temprano, lo que
significa vida sedentaria, tensión de estar cerca de comida gratis y poder
comer y vomitar, luego estar agotada, y dormir sin hacer trabajos. No vayas a
casa. Pero qué? Todos tus amigos están en clase, en otros planes, con sus
parejas, haciendo realmente tareas…entonces qué harás? Busca, busca a alguien,
no importa si es a ese hombre que no te valora, no importa, él puede ayudarte a
matar tiempo hasta que sea de noche, luego sí tendrás el tiempo justo para
improvisar esas tareas”
Y básicamente, eso hice esta semana. Un día sí llegué
temprano a casa, comí normal y para no comer de más, dormí 13 horas sin hacer
nada más, levantarme, bañarme e ir a la facultad de nuevo. Al otro día, llegar
temprano a casa, almorzar, comer mucho más, vomitar, comer de nuevo y leer
alguito por ahí…el jueves: esperar a esa persona que no me quiere y para la
cual soy el plan de última hora, esperarlo mucho, sentir que estaba haciendo
las cosas mal pero con mucho más miedo de estar sola que siendo irresponsable,
pasar horas con él, gastar dinero que no me sobra en él, pasar incomodidades
sólo para tener con quien cruzar palabra, ver a quien me gusta y que me
demuestre de alguna u otra forma lo mucho que lo atraigo sexualmente. Esa fue
mi tarde. Luego, llegar a casa y hacer cosas mediocremente, a medias. Mientras mis
compañeros están interesados en su aprendizaje yo estoy pensando en el hombre
con el que saldré, en cuántas veces me besó y cómo me miró. En si mi amiga
hablará conmigo y si podremos reírnos un poco de las estupideces de la vida.
Toda
la semana fui consciente de esto, y hoy fue probablemente más duro que todos
los días porque mis clases las cancelaron, no quería salir de la universidad
pero TENÍA QUE HACERLO, estaban evacuando a las personas, vi como todos tenían
a su pareja, a sus amigos y yo. COMO SIEMPRE, estando sola, sintiéndome sola.
Pude haberme quedado, haberme confundido entre la gente y corrido para escapar
del gas lacrimógeno para tener una inyección de adrenalina, emoción en mi vida.
Pero no soportaba sentirme tan sola, tan errática. Pude haber acompañado a ese
hombre del jueves a su casa, sabiendo que no podré entrar porque, a veeer, en
su hogar lo espera su esposa. Pero sabía que tanta insistencia sólo lo iba a
presionar y me iba a denigrar más de lo que ya estoy respecto a él. Pude haber
buscado algún peligro o diversión riesgosa, pero no. Hoy el peso del bien pudo
más en mí, y pensé: no, hoy ve a casa, saluda a tu mami, a tu perrito y haz cosas pendientes, no importantes, pero pendientes. Es así como estoy en mi
habitación, desahogándome y esperando a que la lluvia pase para ir a la
biblioteca.
Yo sé
que tal vez las personas como yo parezcan muy extrovertidas y felices porque
siempre están rodeadas de personas y nunca están solos, pero la verdad es que
no. Muchas veces estoy sola y me gusta. A veces uno no quiere hablar con nadie
y disfrutar de la música, de un cigarrillo, una película o un libro. Pero,
mucho tiempo extraño a mis amigos, a mi mejor amiga que sí es responsable y
tiene pareja, al hombre que me gusta que trabaja harto y tiene mujer, a mi
amigo chévere que fuma marihuana pero que sé que anda en planes que no son
sanos. Hoy creo que traté mal a este amigo y lo alejé. Se despidió de mí
sintiéndose ofendido y sentí todo el abandono del mundo.
Me voy,
amigas invisibles.
El peso
sigue sin bajar y mi hambre sin mermar :( La
universidad la llevo con bajas notas y mi ánimo sigue mal.
Pero
eso, tener una personalidad dependiente lo hace a uno sentirse muy mal,
sentirse como que no vale o no puede ver su valía, que todo el mundo es genial,
tiene vidas chéveres, interesantes, valiosas, menos uno.
Bye,
chicas. Ojalá alguien me leyera, ojalá alguien me viera. Sí, estoy desesperada…por
afecto, por atención, por todo. Pero al menos lo sé. Lo acepto-